En una entrevista con Política Argentina, la diputada del PTS dijo que el kirchnerismo se está desgranando y que el macrismo “será todo lo neoliberal que la relación de fuerzas se lo permita”. Defiende no haber llamado a votar a Scioli y asegura que la izquierda quedó en un lugar preferencial.
Myriam Bregman podría coincidir con Cristina Fernández en su definición del gobierno de Cambiemos como una típica “derecha neoliberal”; podría compartir con Mauricio Macri su mirada sobre la “crisis económica” que dejó el gobierno anterior; con Margarita Stolbizer sobre el impacto del caso José López y con Sergio Massa acerca de que el kirchnerismo “se está desgranando”.
Sin embargo, se para políticamente a años luz de todos ellos y dispara contra cada uno. Habla del embate del tarifazo, los despidos y el gobierno de los CEOs pero reafirma que Daniel Scioli tampoco era el camino y piensa que la llegada de Cambiemos “ubica a la izquierda en un lugar preferencial”.
El noveno piso del edificio anexo al Congreso de la Nación, donde está su despacho como diputada del PTS-FIT, está en silencio. Es el segundo día del receso invernal, circula poca gente por los pasillos y en su equipo se quejan porque “no quedó nadie” trabajando salvo ellos. El interior de su despacho también está silencioso. No hay música y los ruidos del tránsito sobre Rivadavia no atraviesan los ventanales en altura. Sólo el clic de la cámara suena detrás de sus respuestas, pero recién al final comentará que le parecieron demasiadas fotos.
¿Cómo quedó parada la izquierda ante la llegada al poder de Cambiemos?
A la izquierda creo que la ubica en un lugar preferencial. Porque el kirchnerismo, que tal vez muchos sectores se esperanzaron con que iba a hacer una resistencia a la derecha típicamente neoliberal y al gobierno de los CEOs, rápidamente por golpes propios que recibió se fue de
¿Se fue desgranando? ¿Deshaciéndose?
Hoy es evidente que el kirchnerismo está sumido en una profunda crisis. No tanto por los golpes asestados por la derecha sino por las propias debilidades y contradicciones de ese espacio. La primera es haber llevado a Scioli como candidato. Incluso hubo todo un debate con la izquierda porque no llamó a votar a Scioli: “cómo no llamaron a votar a Scioli para frenar a la derecha”. Pero hoy Scioli está prácticamente ausente de la vida política, no tomando una sola medida contra este gobierno. Ni una mínima declaración, ni un tuit, algo para denunciar al gobierno de Macri. Y quien es su referente económico y hubiera sido su ministro de Economía (nota de PA: por Miguel Bein) está diciendo que de haber llegado al poder hubiesen hecho exactamente lo mismo.
¿Entonces hubo una confirmación del “son lo mismo”?
Nosotros nunca dijimos que eran lo mismo. Me gusta aclararlo porque eso es una de esas tantas campañas publicitarias que se hacen para ridiculizar nuestra posición. Nunca dijimos ‘son lo mismo’, es evidente que no son lo mismo. Somos precisos en nuestras definiciones políticas: a Scioli lo veíamos como la consagración de un giro a la derecha del kirchnerismo, claramente. Blejer, Granados, Berni: ese iba a ser su gabinete, un gabinete de represores. A Berni lo tuvimos que padecer y enfrentar en la Panamericana así que lo conocíamos bien. Granados es un reconocido personaje patoteril. Ese era el gabinete que Scioli proponía. Y por otro lado Macri, un representante de esta derecha que después de 2001 se aggiorna a la nueva época, pero las ideas y las políticas son exactamente las mismas de la derecha de siempre. ¿Son lo mismo? No. Pero los dos para adelante implicaban un destino parecido para el pueblo trabajador.
¿En estos meses a nivel interno se dio alguna discusión para evaluar si hubiera sido menos fuerte hacia los trabajadores un gobierno de Scioli? ¿O para revisar esa decisión electoral?
No, al revés. Porque muchos de aquellos que en ese momento no nos acompañaron, lo cual está bien –decidieron en su momento votar por Scioli creyendo que era una manera de parar a Macri- hicieron su propia experiencia y vieron las consecuencias que estábamos relatando recién, que de ninguna manera lo frenaba. Porque a Scioli no es que le fue mal en la elección. Terminó con un caudal político del 49% de los votos. ¿Dónde está ese 49%? Creo que eso se reafirma por el rol del PJ más concentrado, que está en el Senado, que está haciendo que todas las medidas antiobreras y antipopulares del gobierno de Macri pasen sin ningún dilema. El FpV ha sido el gran garante de la aprobación de todas las leyes de saqueo del gobierno de Macri en el Senado.
Algo de la gestión de Scioli en la Provincia de Buenos Aires se asocia con su propia historia. Con las inundaciones en su pueblo natal, Timote, que la hicieron dejar la casa de sus padres con sólo 15 años junto a su hermano de 13. “La zona se inundó muchísimo y para poder seguir estudiando nos tuvimos que ir con mi hermano a vivir a Carlos Tejedor”, cuenta. “Lo tomamos con bastante naturalidad, era lo que le pasaba a todo el mundo. Y lo que siguió ocurriendo después: “son zonas que se inundan habitualmente y nunca se hicieron las obras que lo evitaran”.
La primera gran inundación fue en 1973, al año siguiente del nacimiento de Myriam. Desde entonces, el agua no dejó en paz a ese pueblito del noroeste bonaerense, casi en el límite con La Pampa. Un caserío formado alrededor de un fortín de 1876, que llegó a los libros de historia por ser el lugar donde apareció en los setenta el cadáver de Pedro Eugenio Aramburu. La actual diputada dejó atrás ese escenario a fines de los ochenta. A los 15 el destino fue el centro de Carlos Tejedor. A los 17, Buenos Aires.
¿Cuál es tu primer recuerdo asociado a la militancia?
La militancia la asocio en un principio a la facultad. A los últimos años de la carrera de abogacía. Me acerqué y rápidamente fundamos, con otros abogados independientes y algunos que ya formaban parte del PTS, el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos. La militancia la ligo con eso, con la defensa de las libertades democráticas. En ese momento ya era fin de los noventa, había presos habitualmente después de cada manifestación, de cada piquete.
¿Siempre dentro del PTS? ¿No hubo alguna ruptura, alguna bifurcación?
No. Siempre milité en el PTS. Yo era una lectora bastante asidua de textos ligados a la izquierda, a los setenta y demás. Cuando decidí militar en el PTS lo hice de una manera bastante consciente. Y al revés de lo que les pasa a veces a muchos abogados, que se reciben y no saben muy bien qué hacer con la profesión, a mí me pasó exactamente lo contrario: al ligarlo a la militancia y la defensa de los derechos humanos de los presos y demás, rápidamente descubrí una actividad apasionante para una joven que recién se recibía.
¿Cómo cambió la izquierda desde entonces?
Cambió muchísimo. Se abría una etapa nueva. Se terminaba el menemismo, yo había estudiado en una Facultad de Derecho donde primaba una ideología muy reaccionaria, muy de derecha. Me acuerdo que las discusiones eran que el derecho laboral no tenía que existir más, que tenía que ser una rama del derecho comercial. Barbaridades de ese tipo. Y al final de los noventa, comienzos del 2000, empieza a cambiar esa situación y la realidad de la izquierda. Llega la crisis de principio de siglo y creo que el rol de la izquierda cambia cualitativamente, primero en la forma de organización, lo que se llamó el autonomismo. Y en ese momento mi partido hace una apuesta muy grande a insertarse en el movimiento obrero. Creo que a pesar de que en un primer momento se veía menos, con los años se vio lo que era una apuesta completamente acertada.
¿Y cómo se prepara la izquierda para 2017? ¿Se reconfigura?
No, creo que la izquierda tiene un cambio importante a partir de 2011 cuando se conforma el FIT (Frente de Izquierda y de los Trabajadores). Creo que es un punto de inflexión. Creo que hubo algunos hechos que la marcaron profundamente, cuando fue, por ejemplo, la protesta, lo que se llamó la crisis del campo, la protesta de las patronales agrarias. Hubo corrientes que se ligaron directamente al sector patronal, otras se fueron detrás del gobierno kirchnerista, lo cual las llevó a quedar en una profunda crisis que hasta el día de hoy no se recupera. Fue una herida mortal para esas corrientes que se alinearon en los dos bandos, en el gubernamental o en el campo. Un hecho bochornoso, ver a referentes de izquierda abrazándose con referentes de la sociedad rural.
La crisis de 2001 aparece varias veces a lo largo de la charla. Como un quiebre y una plataforma de despegue. Aunque también en relación a esos años la diputada concede un sutil elogio al kirchnerismo, algo que no abunda en sus reflexiones. “En un análisis objetivo hay que decir que el kirchnerismo fue el sector político que mejor leyó los hechos de 2001. Y que a partir de eso tuvo ciertas políticas para dialogar con esa expresión social que significaron los hechos de 2001. Las políticas de matrimonio igualitario y demás, creo que son expresión de eso”.
Después del reconocimiento, de inmediato, la crítica: “El kirchnerismo conservó en lo fundamental la herencia de los noventa -desde las privatizaciones hasta la burocracia sindical más tradicional-, no hizo cambios estructurales profundos del país pero dialogó profundamente con ese fenómeno en distintos terrenos: alrededor de la Ley de Medios, de los derechos humanos y esas cuestiones”.
Dos López aparecen a lo largo de la entrevista para cuestionar distintos aspectos del gobierno anterior: el más reciente y encontrado in fraganti escondiendo bolsas con dinero en un convento de General Rodríguez, José, y el testigo del juicio a Miguel Osvaldo Etchecolatz, Jorge Julio López, de cuya segunda desaparición se cumplirán diez años el próximo 18 de septiembre.
Advierte que le “preocupa mucho” que se frenen las políticas de memoria, verdad y justicia bajo la gestión de Cambiemos. “Me parece que es un Gobierno que es todo lo neoliberal que la relación de fuerzas se lo permite. Y uno de los lugares donde evidentemente van a querer avanzar es en esas políticas. Creo que hay varias maneras de ir destruyendo eso. Una es dejar que los juicios caigan por su propio peso, con el paso del tiempo”.
Aunque el impulso a los juicios a los represores es una de las medidas más emblemáticas de la última década, para el kirchnerismo también hay palos en este plano, porque “no abrió los archivos de la represión para poder dar un salto e investigar en serio a todos los militares, miembros de las fuerzas de seguridad y civiles involucrados. La apertura de los archivos no la hizo, de Alfonsín a esta parte, ningún gobierno y, como vimos, los archivos de inteligencia son el poder preciado del Estado. Por eso Stiuso sigue teniendo tanto poder y se da el lujo de mandar mensajes mafiosos desde el diario La Nación”.
Enseguida, el López del que sí se ocupan los medios vuelve a aparecer. “Creo que las valijas, esas imágenes, pegan directamente en ese sector (del kirchnerismo) que creyó que, a través de reformas paulatinas, se podía ir endulzando el capitalismo de un país como la Argentina y que ven que eso fracasó completamente”.
¿Cómo queda parado ese sector más “progre” del kirchnerismo?
Creo que está bastante indefinido todavía. El kirchnerismo como movimiento más amplio abarcó desde los intendentes del conurbano, pasando por la burocracia sindical, llegando hasta el sector progre. Todo en un mismo espacio político. Es lo que decía al principio que se está desgranado. Por otro lado, este sector progre lo veo sin una orientación política clara todavía. Muy golpeado en su relato.
¿Qué lugar le asignás a la corrupción en un sistema político?
Lo primero que hay que analizar es que en América Latina de conjunto el tema de la corrupción viene siendo un discurso tomado por la derecha en los últimos años. El caso de Brasil y todo lo que ocurrió en el golpe contra Dilma Roussef con el discurso de la corrupción, por más que a ella a pesar de lo que se dice no es por corrupción que le hacen el impeachment. En Argentina también es un discurso de sectores de la derecha que lo utilizan mucho. Pero creo que hay que marcar profundamente que no hay posibilidad de gestionar el Estado capitalista sin corrupción. En la Argentina todo el que trabaja en la obra pública termina millonario, y eso no es magia.
¿Hay también un uso del discurso sobre la corrupción?
También es utilizada, eso no se puede negar. La mano de las empresas de Estados Unidos detrás del discurso de corrupción en Brasil. Son temas muy interesantes de la última década para analizar.
En Argentina, ¿qué rol juega Stolbizer en este sentido? La criticaste hace poco en un tuit…
Sí, que tuvo mucha repercusión. No dudo de la honra de ella como persona, pero sí evidentemente está cumpliendo un rol de atacar al gobierno que se fue, evitando hablar del gobierno actual, que tiene muchísimos casos que lo involucran a pesar de los pocos meses que hace que está en el gobierno. Panamá Papers, para empezar, que involucra al propio Presidente, está lo de Aranguren. Hay una mirada muy sesgada, con un poco de revanchismo evidentemente del Poder Judicial contra el gobierno que se fue. Y Stolbizer se ha convertido un poco en la vocera de eso.
¿Cuál es ese rol del Poder Judicial?
Sólo mira para atrás. Creo que hay que cuestionarlo mucho. La mayor parte de los jueces federales siguen siendo los de la famosa servilleta de Cavallo. Nombrados todos ellos por componendas entre los partidos mayoritarios, que defienden sus privilegios, como no pagar ganancias, y cuando hay privilegios como viajar en primera en Aerolíneas, ahí se olvidan de la independencia, se olvidan de todo.
¿Qué pasó con Justicia Legítima y los cambios de los últimos años?
No fueron cambios profundos. Surgió como una corriente relacionada con la ideología del gobierno de ese momento. Nosotros proponemos la elección de los jueces y el juicio por jurados como una manera de terminar con esa casta de jueces que responde siempre a sus propios intereses y lejos están de las necesidades populares. Creo que la mirada popular sobre esos hechos sería bastante distinta. Cuando uno no puede llegar a fin de mes y ve que los políticos tienen cajas de seguridad, dinero en su casa como Michetti y demás, creo que la mirada sería bastante diferente a la mirada tan complaciente que siempre tiene la Justicia.
Su vida privada casi no se cuela a lo largo de la entrevista. Prefiere no hablar de su ámbito personal, muro que levantó cuando desapareció Jorge Julio López. Aunque siempre impulsó la defensa de políticas de género, segura que en su partido “no representó una dificultad adicional” ser mujer. Y admite que ninguna medida “va a terminar con la violencia machista” pero destaca que la movida del #NiUnaMenos “marcó un camino”.
Que es seria y reservada está a la vista, tanto como el rubio que acompaña el apodo de “La Rusa”. Pero la ex candidata a vicepresidenta de Nicolás del Caño se define como “hiperactiva”, corre y anda en bicicleta cada vez que puede (“son grandes momentos para pensar”), suele escuchar música pese al silencio que reina en el despacho (en su casa sonó Las Pelotas, últimamente) y le gusta mucho leer, aunque no hay nada de ficción en su mesita de luz por estos días.
Cuando el clima se afloja después de tanto hablar de kirchneristas y macristas, algo parece enojarla más que la corrupción y el rol de la Justicia. Incluso más que el legado del gobierno anterior y que las medidas de Cambiemos. Es el papel que están cumpliendo las grandes centrales sindicales. “Creo que allí mi partido pone un énfasis especial y está bien que así sea. Porque estamos viviendo despidos de estatales desde fin del año pasado, suspensiones y despidos en el ámbito privado, más el tarifazo a los servicios, al transporte, la inflación y demás: un golpe muy importante al bolsillo de los trabajadores. ¡Y es increíble que la dirigencia sindical sólo la veamos cuando hay algún problema con la AFA o con el destino de la Superliga!”, cuestiona Bregman, sin que su propia pasión futbolera se meta en el camino. “Creo que lo de la dirigencia sindical realmente es escandaloso”, define.
¿El camino hacia la unidad que están intentado te parece que va a implicar un cambio?
No, me parece que está más pensado por intereses corporativos de la propia dirigencia sindical que para defender intereses de los trabajadores.
Desde que comenzó el gobierno de Cambiemos hubo algunas manifestaciones masivas, como la de universitarios, pero hasta ahora no se tradujeron en cambios concretos. ¿Qué falta para que la calle se haga sentir?
Es difícil pensar que una sola movilización tenga resultados sobre una política económica dirigida que apunta hacia un objetivo claro como el del gobierno de Macri. Pero es alentador que existan importantes movilizaciones como la del 29 de abril, la del 24 de marzo, la estudiantil, creo que eso lo que demuestra es que fuerzas y disposición para luchar existen. Esto es más contradictorio aún con el rol que cumple la dirigencia sindical. Que no ha llamado a una sola movilización seria para enfrentar estas políticas.
¿Qué proyección le ves a Cambiemos?
Creo que no se puede decir todavía. Es un gobierno muy nuevo, hay que ver si al ser Macri un representante directo de los empresarios finalmente logra lo que él quiere, que es esa llegada de dólares para cambiar la situación por un tiempo. Por ahora, no parece. La verdad es que está haciendo un esquema bastante clásico de endeudamiento externo y tratar de achicar el déficit fiscal con ajuste. Por ahora parece un plan económico bastante clásico. Todos apostamos a que los trabajadores y los sectores populares puedan enfrentar esas políticas.
Muchos tienen la lectura de que el kirchnerismo es lo más a la izquierda que puede llegar al gobierno con esta sociedad, ¿qué pensás de eso?
Yo peleo por otra sociedad. Entonces el conformarse con lo existente es una mirada de aquellos sectores de la centroizquierda. En la izquierda queremos transformar la realidad.