Abu Dhabi, final de la temporada 2025. El ambiente en el paddock era una mezcla de euforia naranja y resignación en el garaje de Red Bull. La historia estaba escrita, pero el desenlace fue más cruel de lo imaginado: Max Verstappen acababa de perder el título de Fórmula 1 por tan solo dos puntos.
El neerlandés había estado al borde de completar la mayor remontada en la historia de la categoría, arrastrando un coche que no estuvo a la altura durante la primera mitad del año. Pero al cruzar la meta detrás de Lando Norris, el nuevo campeón, la narrativa cambió rápidamente de la “heroicidad” a la “culpa”.
En el corralito de prensa, con la adrenalina aún corriendo y la derrota fresca, un periodista decidió tocar la herida abierta. Le preguntaron a Max si, ahora que veía la tabla final, se arrepentía de aquellos puntos perdidos por la penalización al chocar con George Russell en España meses atrás.
La pregunta flotó en el aire, pesada.
Un Verstappen visiblemente irritado no dejó pasar la simplificación. “Olvidas todo lo demás que pasó en mi temporada. Lo único que mencionas es Barcelona”, disparó al reportero, rechazando que un campeonato de 24 carreras se redujera a una sola curva en Montmeló.
Hubo una pausa. Max mantuvo un silencio tenso, clavando la mirada, antes de romper la incomodidad con una frase cargada de ironía: “Ahora me estás poniendo una sonrisa estúpida”.
No era solo rabia; era la defensa de su mérito. Verstappen explicó que, si llegó con opciones a la última carrera, fue en gran parte porque recibió muchos “regalos de Navidad adelantados” gracias a los errores de los pilotos de McLaren en el tramo final de la temporada.
Al final, la historia recordará que Lando Norris ganó por dos puntos. Pero en la mente de Verstappen, no digan que fue por chocar a Russell en Barcelona. Fue una temporada donde la genialidad del piloto tuvo que compensar las carencias del auto, hasta que las matemáticas dijeron “basta”.



