El Gobierno nacional vetó la ley de Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y profundizó la crisis con los mandatarios provinciales. En este escenario de alta tensión, Rogelio Frigerio se sienta a la mesa de diálogo y busca un camino diferente, pero el reclamo de sus pares y la intransigencia de la Casa Rosada lo colocan en una posición de máximo riesgo político.
El veto del presidente Javier Milei a la ley que establecía un nuevo reparto de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) es el nuevo capítulo en la confrontación con los gobernadores. La decisión, que se confirma en las últimas horas, no hace más que ratificar la postura inflexible del Gobierno y desatar la furia de los mandatarios provinciales. En medio de esta tormenta, Rogelio Frigerio, gobernador de Entre Ríos, se diferencia de sus pares y apuesta por el diálogo, una estrategia que ahora parece puesta a prueba.
El malestar es generalizado. El gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, fue uno de los primeros en alzar la voz: “Firmamos un acuerdo con (Guillermo) Francos y no nos cumplieron”. Esta frase resume la crisis de confianza que domina la relación entre la Nación y las provincias. La derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, reconocida por el propio vocero presidencial Manuel Adorni como un “error político”, no ha modificado la hoja de ruta del oficialismo. Adorni es claro: “No vamos a dejar que el Congreso haga desastres en pos de tener un voto más”.
Es en este contexto de creciente tensión donde la postura de Rogelio Frigerio cobra especial relevancia. A diferencia de Pullaro y otros gobernadores que forman parte del grupo de “Provincias Unidas” y evalúan una respuesta conjunta, el mandatario entrerriano se sentó a negociar en la “Mesa Federal de Diálogo”, junto a Alfredo Cornejo (Mendoza) y Leandro Zdero (Chaco). Su presencia en esta mesa, con Francos y el ministro de Economía, Luis Caputo, como anfitriones, lo posiciona como un actor clave para tender puentes.
Sin embargo, el veto a los ATN pone en jaque esta estrategia. El reclamo de gobernadores como Pullaro y el salteño Gustavo Sáenz es contundente: si el Gobierno no cumple con los acuerdos, el diálogo es inútil. “Es muy difícil restablecer la confianza cuando una persona… no tiene poder para materializar lo que plantea en las reuniones”, señaló Pullaro, apuntando a la falta de poder de decisión de los ministros. Esta crítica, que resuena con fuerza, es una advertencia para Frigerio, que ahora se expone a la posibilidad de que sus negociaciones no se traduzcan en resultados concretos para su provincia.
Para el gobernador de Entre Ríos, la situación es un delicado acto de equilibrio. Por un lado, debe asegurar los fondos que su provincia necesita y para ello necesita mantener una relación fluida con la Casa Rosada. Por el otro, no puede ignorar el reclamo de sus pares ni el descontento de su propio electorado, que espera que defienda los recursos provinciales ante un gobierno nacional que prioriza la “motosierra” sobre el consenso. En este escenario, la posición de Frigerio no es pasiva; es una prueba de fuego para su liderazgo y su capacidad de maniobra en un panorama político cada vez más fragmentado y confrontacional.