viernes
agosto, 15

Homo Argentum

Homo Argentum (Argentina, 2025) es un largometraje dirigido por Mariano Cohn y Gastón Duprat, con guión de Mariano Cohn, Andrés Duprat y Gastón Duprat. Son dieciséis cortometrajes que conforman la totalidad de la película y todos ellos están protagonizados por el mismo actor, Guillermo Francella, haciendo en cada caso un personaje distinto. La película pertenece a dos categorías complicadas, las películas hechas de pequeñas historias independientes entre sí y un mismo actor realizando muchos papeles. De uno de los desafíos Homo Argentum sale airosa, del otro, lamentablemente no.

Hacer una película en episodios aislados unidos por un tema o algún elemento en común (El amor a los veinte años, Historias de Nueva York, El Decamerón, Relatos salvajes, Paris Je t´aime, entre muchas otras) suele ser una fórmula que produce películas muy desparejas. Nunca es una buena noticia que una película sea evaluada como una competencia entre cortometrajes y, muchas veces, al finalizar la historia ya no queda energía para analizar lo que se ha visto. Incluso las mejores sufren de este problema. Pero yendo concretamente a Homo Argentum se nota que los directores buscaron escapar de todas las trampas que este tipo de estructura plantea. La mejor forma de escapar, sin embargo, es evitarla, cosa que obviamente no hicieron.

El primero de los dieciséis cortos podría resumir gran parte del debate alrededor de la película. Su estructura es brillante y la actuación de Guillermo Francella es perfecta. Un hombre de clase media alta participa de una fiesta en un departamento. Todos charlan, opinan sobre Argentina, se divierten. De pronto ocurrirá algo que convertirá una noche más en un dilema moral enorme. En segundos, el personaje debe tomar una decisión y la toma. Hay material en ese cortometraje como para debatir largo rato. Pero no podemos, porque nos esperan otros quince cortos más. Muchas veces una buena idea no da para un largometraje y sumar varios puede ser un recurso para no quedarse sin filmarlos. Pero la impaciencia de los espectadores con los cortometrajes es alta. O nos das algo espectacular, o no me hagas perder el tiempo. Lo que sigue es una mezcla entre lo espectacular y lo que solo es perder el tiempo. No poder separar lo brillante de lo malo es el peor defecto de un cineasta.

Cohn y Duprat conocen el oficio. Saben que todo lo mencionado surgirá y juegan con todas las herramientas posibles. Algunos cortos son livianos, otros más graves, algunos tienen mucho humor y otros nada. Los hay más largos y más breves. Los hay completamente argentinos y otros claramente universales, aunque todos remiten a lo nacional. No hay directores más alejados del nacionalismo impostado que ellos y también se nota, porque el título promete algo que la película casi no da, pero invita a que muchos crean que sí. Saben que tienen un aliado invencible que es Guillermo Francella y lo usan para todo lo que se les ocurre. Francella no falla, al contrario, triunfa de manera tan sólida que cae en una inesperada contradicción: actúa tan bien que nos olvidamos de que está cambiando de personaje más de una docena de veces. Se luce en no lucirse, por decirlo de alguna manera. Los elogios son porque entendemos el desafío, no porque se vea como un esfuerzo muy grande. Él es el motor de la película, sin él no habría manera de hacerla. Su conexión con el público es irrompible.

Pero también hay que decir que en toda la historia del cine argentino casi no se ha visto otro largometraje que haya utilizado de forma tan torpe y abusiva la colocación de producto. Las marcas aparecen de manera tan grosera que me atrevo a sospechar que una vez metidos en el baile decidieron poner el pie en el acelerador, lotear todo y subrayarlo a punto tal de que parezca una ironía y un comentario sobre nuestro propio cine. Aún así, distrae mucho, molesta y alcanza límites nunca vistos. El mundial de Qatar 2022 con el aviso de una casa de deportes argentina en las tribunas es algo que ni Adrián Suar en la época más descontrolada de Pol-ka se hubiera animado a hacer. No sólo que ese es un cortometraje pésimo, sino que además hay que tolerarle un aviso. No hay vuelta de tuerca irónica que justifique eso y es algo que resta bastante.

Por supuesto que Cohn y Duprat son un oasis en el mundo del cine argentino populista y demagogo. Por eso, aunque sea muy obvio, el corto del cineasta falsamente progre que filma una película con supuesto compromiso social es el que más disfrutarán muchos. Dice la verdad sobre la mayoría de este tipo de directores. Tan hipócrita es el cine argentino que se necesitó que aparecieran Cohn y Duprat para decir algo que todos sabíamos. Será un corto obvio, pero no lo es tanto cuando uno ve cómo se comportan muchos cineastas argentinos y de otros países. Por cada corto que nos aburre, viene otro corto que nos levanta. De la sofisticación a la pavada, sin escalas. En la suma la película se vuelve demasiado larga y pesada, pero al terminar la sensación será de saldo positivo, porque los directores también conocen el viejo amor de los argentinos por la comedia italiana y cierran a toda orquesta para otorgarles una nostalgia final en modo disparate. Al fin y al cabo la nostalgia que evoca ese corto al inicio es criticada por ellos mismos. Homo Argentum sabe cómo ser fiel al mundo misántropo y ácido de los directores, pero también con ese corazón sensible que les ha nacido en los últimos años. No es una gran película ni está cerca de serlo, pero ofrece un poco de todo y seguramente eso le alcanza para cumplir su cometido. Guillermo Francella es el flautista de Hamelín esta película fallida, lo que no es poco mérito para una estrella tan popular.

spot_img
spot_img

Tendencia Politica