La batalla política en Argentina dejó de ser un simple enfrentamiento partidario para convertirse en un choque de paradigmas. La “grieta” de siempre se ha transformado, y ahora es la disputa entre un poder que se maneja a golpe de tuit y otro que aún opera con los códigos del lobby y la influencia. Esta es la crónica de una tensión que se hizo visible, con nombres y apellidos, y que expone la verdadera disputa por el futuro del país.
El primer asalto lo dio un militante digital, conocido como El Gordo Dan, quien con un solo tuit “fusiló” a un funcionario. Este episodio, que para muchos fue solo un chisme de redes, desató una tormenta y demostró que un mensaje puede ser más potente que un comunicado de prensa. Sin embargo, ese mismo mensaje de descontento digital se hizo carne en las urnas: el voto del conurbano bonaerense, cuna de la industria y el voto obrero, fue un sismo político que dejó al descubierto la fragilidad del nuevo poder. Es un mensaje similar al de los “chalecos amarillos” franceses: la “calle” real, la que siente en carne propia los vaivenes de la economía, se alza contra la nueva élite de las redes y la tecnocracia.
A partir de entonces, la respuesta del “círculo rojo” no se hizo esperar. Golpeados por la crisis de la industria y las políticas de apertura, los actores más poderosos de la economía y la política tradicional rompieron el silencio.
La voz de la preocupación fue encarnada por el dueño de Techint, Paolo Rocca, quien en un diálogo con inversores advirtió que los aranceles “impactarán la rentabilidad y los costos” del sector, en un contexto que ya había forzado otros 200 despidos en su planta.
El descontento empresario se unió al político. Su amigo, el exsenador radical Ernesto Sanz, fue el encargado de expresar en público lo que se comentaba en privado: “A la política del Gobierno la calificaría como amateur”, afirmó, exigiendo un “diálogo serio” que el Gobierno parece no querer tener. Esta estrategia también fue utilizada por el diputado Miguel Pichetto, que actuó como vocero del sector, reclamando en el Congreso por los aranceles.

Un diálogo de sordos: las voces del conflicto
La disputa entre el empresariado industrial y el gobierno de Javier Milei no se limita a un puñado de incidentes. Se refleja en una “guerra de trincheras dialéctica” que expone dos visiones de país diametralmente opuestas.
La voz de la industria nacional:
Las declaraciones de los empresarios de la industria reflejan su preocupación por la caída de la actividad y la falta de un rumbo claro frente a la competencia importada:
- Daniel Funes de Rioja (Presidente de la UIA): “Estamos en terapia intensiva. Se necesita una reactivación del consumo. La industria está en caída libre y lo más preocupante es que no vemos un plan productivo que nos diga hacia dónde vamos. No se puede vivir solo de la macroeconomía.”
- Miguel Acevedo (Ex Presidente de la UIA): “Hay una parte del empresariado que piensa que la salvación está en la apertura total, pero el mundo no funciona así. Hay que tener un plan para la industria, no podemos ser solo un país agroexportador.”
- Alfredo Coto (Empresario y dueño de la cadena de supermercados): “Yo quiero un país que fabrique. No podemos seguir con la idea de que todo se soluciona comprando afuera. Yo soy industrial, invierto en Argentina. Es hora de que el gobierno mire a la industria, que es la que genera empleo de verdad.”
La respuesta del Gobierno:
Las declaraciones de los funcionarios defienden la apertura económica, la competencia y la eliminación de lo que consideran “privilegios corporativos”, en línea con su discurso de la “motosierra” y la “casta”:
- Javier Milei (Presidente de la Nación): “Los empresarios que piden protección son parte de la casta. Viven de privilegios y subsidios a costa del esfuerzo de los argentinos. La única forma de crecer es con competencia. Se terminó la joda para el círculo rojo. Que se adapten o que quiebren.”
- Luis Caputo (Ministro de Economía): “La mejor forma de bajar precios y mejorar la calidad para el consumidor es con más competencia. Si la industria local no es eficiente, que traigan importados. El mercado es el que decide, no el político.”
- Karina Milei (Secretaria General de la Presidencia): “Nadie que defiende los privilegios de un sector puede ser llamado ‘nacionalista’. El verdadero nacionalismo es defender al pueblo, al consumidor. Nosotros somos los verdaderos patriotas.”
La geopolítica en el plato argentino y el dilema del poder
La crisis en la industria tiene una raíz global. Es parte de una ola de nacionalismos que se opone a la globalización, personificada por líderes como Donald Trump, cuyos aranceles al acero afectaron directamente los negocios de Techint. El otro extremo del poder global lo representa la figura de Elon Musk, el magnate de la tecnología que encarna la nueva ola de un capital que no conoce fronteras ni se somete a los Estados. La pregunta central es si Argentina debe proteger su propia industria (nacionalismo) o abrirse a un mundo de capitales que no reconocen banderas (globalismo).
Este conflicto ha generado un dilema existencial en el empresariado: Paolo Rocca y Héctor Magnetto, dueño del Grupo Clarín, se encuentran incómodos con el estilo del gobierno y los efectos de sus políticas, pero al mismo tiempo temen el regreso del peronismo. La tensión entre el poder digital y el poder tradicional es mucho más compleja de lo que parece, como lo demostró la compra de Telefónica por el Grupo Clarín, que se concretó a pesar de la retórica pública de confrontación. Esto evidencia que, detrás de la “calle digital”, aún se mantienen canales de negociación y acuerdos.
La verdadera esencia del conflicto es un debate sobre la identidad del país: ¿será una Argentina con una industria fuerte y protegida o una nación de servicios integrada a un mercado global sin regulaciones? La respuesta a esta pregunta, que se debate en las redes y se siente en los despidos, definirá el futuro de la Nación.