En una movida de alto riesgo, Luis Caputo y Santiago Bausili redoblan la presión sobre los bancos. El objetivo es claro: absorber el exceso de pesos para evitar una disparada del dólar. La tensión entre el poder económico y el sistema financiero se intensifica.
La economía argentina se mueve al ritmo de una pulseada de alto voltaje. En un nuevo capítulo de la batalla por controlar el tipo de cambio, el gobierno de Javier Milei, a través del Ministerio de Economía y el Banco Central, ha vuelto a tensar la cuerda con los bancos. La medida: una nueva suba de los encajes bancarios, la porción de los depósitos que las entidades financieras están obligadas a inmovilizar.
La jugada, encabezada por el ministro Luis Caputo y el presidente del BCRA, Santiago Bausili, tiene un solo propósito: asegurarse de que la menor cantidad de pesos posibles queden en la calle. El temor es que, ante una licitación millonaria de deuda, los bancos opten por no renovar sus tenencias y liberen una masa de dinero que rápidamente podría presionar sobre la cotización del dólar, que ya ha mostrado signos de inestabilidad al inicio de la semana.
El contexto de una guerra de liquidez
La disputa no es nueva. Se desató desde la eliminación de las LELIQ (Letras de Liquidez) y las LEFI (Letras de Financiación). Desde entonces, la cúpula económica busca que las entidades bancarias dirijan su liquidez hacia la compra de títulos de deuda pública a más largo plazo.
Sin embargo, los bancos se resisten a esta estrategia. Prefieren la seguridad y flexibilidad de las inversiones a un día de vencimiento, que les permiten tener el control de su liquidez. Para ellos, es una cuestión de prudencia en un contexto de alta volatilidad. Para el Gobierno, en cambio, la liquidez es un riesgo: cada peso que no se renueva en deuda es un peso que puede terminar en el mercado de cambios, impulsando la cotización del dólar e impactando negativamente en la inflación.
Una apuesta riesgosa y un mercado atento
El Banco Central dispuso una suba escalonada de los encajes. A partir de hoy, las entidades deberán inmovilizar 2 puntos porcentuales más de sus depósitos, una cifra que aumentará a 3,5 puntos a partir del 1° de septiembre. La clave de la medida es que, para cumplir con este nuevo requisito, los bancos podrán utilizar los mismos títulos que se subastarán en la licitación de mañana. Es una forma de “obligarlos” a participar.
La licitación de mañana es por unos $13,8 billones, una cifra sideral que pone en juego la estrategia de control cambiario del Gobierno. Aunque una parte de esa deuda (unos $4,8 billones) está en manos del propio Banco Central, el resto está en poder de entidades privadas. La suba de encajes es la forma de asegurarse que no se queden con el dinero en mano.
El pulso entre el Gobierno y los bancos es un reflejo de la fragilidad económica del país. Si la estrategia oficial funciona, se logrará contener la presión sobre el dólar. Pero si la puja escala y los bancos resisten, la inestabilidad podría acentuarse. El mercado, y el dólar, siguen de cerca este enfrentamiento, conscientes de que el resultado definirá el futuro inmediato de la divisa y de la economía argentina.