La inflación de septiembre alcanzó el 2,1%, el registro más alto desde abril, impulsada por fuertes alzas en Vivienda, Educación y Transporte. No obstante, el Gobierno celebró el dato como una victoria: la debilidad del consumo actuó como un ancla clave, limitando el traslado a precios de la profunda crisis financiera desatada por las elecciones, la depreciación del peso y la irrupción del Tesoro de EE. UU.
La Narrativa de la Inflación de Septiembre: Crisis y Contención
Septiembre no fue un mes cualquiera. Estuvo marcado por una intensa tormenta económica y política que incluyó la derrota del oficialismo en las elecciones de la Provincia de Buenos Aires, el dólar tocando el techo de la banda, fuertes intervenciones en el mercado cambiario, un salto del Riesgo País hacia los 1.400 puntos básicos y hasta la irrupción del titular del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent. Pese a todo ese temblor, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) cerró en 2,1%, superando el umbral del 2% por primera vez desde abril.
La cifra, que lleva la inflación acumulada a 22% en nueve meses, despertó un doble mensaje. Por un lado, el Gobierno la evaluó como un “buen dato”, un triunfo de su programa macroeconómico basado en el ancla fiscal. El ministro de Economía, Luis Caputo, destacó que la inflación se mantuvo a raya gracias a la solidez del programa y la no emisión monetaria.
Sin embargo, el verdadero secreto de la contención no fue la fortaleza de la demanda, sino su opuesto: la debilidad del consumo. Analistas privados coincidieron en que, a pesar de la volatilidad del tipo de cambio (que promedió 5,3% más alto que en agosto), el pass-through (traslado a precios) fue limitado o “nulo”. Esto se debió a que la actividad económica retraída y la presión en los márgenes impidieron a los formadores de precios ajustar en línea con el dólar.
El Impacto de los Servicios y la Bomba de los Alquileres
Aunque la inflación Núcleo —el indicador de inercia— anotó una leve desaceleración para ubicarse en el 1,9%, la presión vino por el lado de los servicios y regulados. Las divisiones de Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles (+3,1%) y Educación (+3,1%) encabezaron las alzas mensuales, junto con Transporte (+3%). Los precios estacionales se recalentaron con fuerza (+2,2%), impulsados principalmente por la suba de las verduras.
El drama se hizo evidente en el rubro Vivienda. En la variación interanual, este ítem escaló hasta un 49,3%, impulsado por el recalentamiento de los alquileres, que registraron aumentos de hasta 100,09% en regiones como la Patagonia. Gervasio Muñoz, titular de Inquilinos Agrupados, calificó esta dinámica como una “transferencia de ingresos de los hogares inquilinos a los dueños de las viviendas”, demostrando que el mercado, al autorregularse, decidió ganar “cifras exorbitantes a costa de los inquilinos”.
Mientras tanto, la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total —indicadores cruciales para medir la línea de indigencia y pobreza— subieron apenas un 1,4%, por debajo de la variación de precios general.
Persistencia e Incertidumbre a Futuro
A pesar de la contención lograda por la debilidad del consumo, la inercia inflacionaria sigue siendo un factor de peso. Consultoras recalibran sus proyecciones y esperan que el IPC de octubre se ubique en torno al 2,3% o 2,4%.
La dinámica de precios de las primeras semanas de octubre no ha mostrado grandes alteraciones, pero los analistas señalan que el tipo de cambio y los ajustes pendientes de tarifas y servicios regulados siguen siendo los principales focos de tensión que podrían romper el “ancla” del 2% en los próximos meses, incluso con el REM previendo una inflación en ese rango hasta el final del año.
La inflación de septiembre ha sido una manifestación directa de la paradoja económica argentina: una fuerte crisis financiera no se tradujo en una explosión de precios gracias a una demanda interna débil y retraída. El gobierno capitalizó el dato de 2,1% como una victoria de su programa. Sin embargo, esta contención fue comprada al costo de una crisis profunda en los servicios y alquileres y una inercia de precios que, aunque contenida, sigue siendo un desafío mientras los riesgos cambiarios y tarifarios amenazan con desatar una nueva aceleración.