El periodista especializado en internacionales analiza la nueva situación en Latinoamérica.La crisis política en Brasil y la posible destitución de Dilma Rousseff pueden implicar un cambio regional de envergadura que se suma a los cambios en la Argentina y Venezuela que ya marcan su impronta en América del Sur. Queda lejos aquella fotografía de los últimos años con Chávez, Lula y Kirchner sonrientes, el acercamiento de Venezuela, Brasil y la Argentina, y el fracaso del ALCA, el Área de Libre de las Américas, en el año 2005 en la Cumbre de las Américas.
Muy distinta puede ser la fotografía si en ella están el presidente de la Argentina Mauricio Macri y Michel Temer como presidente del Brasil –aunque más no sea de manera temporaria- y donde difícilmente encuentre un lugar Nicolás Maduro.
La oposición en Venezuela que controla la Asamblea Nacional fácilmente encontraría un espacio en esa fotografía, de la misma manera que ya se siente su presencia en algunos ámbitos regionales. Esto fue muy claro en el reciente encuentro del Parlasur, el parlamento del Mercosur, en Montevideo, la capital uruguaya, donde varios parlamentarios de Venezuela levantaron pancartas con el lema “libertad a los presos políticos venezolanos”.
También los legisladores del PMDB brasileño -que antes participaban de la coalición de gobierno de Dilma Rousseff- hicieron sentir su voz al criticar al presidente del Parlasur –el ex canciller argentino Jorge Taiana- que cuestionó el juicio político a la presidenta de Brasil, al que calificó de “golpe parlamentario”.
Durante los últimos años los diferentes organismos regionales estuvieron hegemonizados por la corriente progresista que marcaba el ritmo político. La fuerza de esta corriente la sintió incluso Álvaro Uribe, siendo presidente de Colombia en 2009, cuando se vio compelido a participar de una cumbre extraordinaria de UNASUR en la ciudad argentina de Bariloche que lo interpeló por el tema de las bases militares estadounidenses en su territorio.
A los cambios en los tres principales países de la región se le suman las dificultades que atraviesan Ecuador y Bolivia, dos pilares de la corriente progresista. En Ecuador se vive un momento difícil por el terremoto del 16 de abril a poco menos de un año de las próximas elecciones generales a las que no se puede presentar Rafael Correa. Y en Bolivia, hace apenas dos meses, Evo Morales fue derrotado en un referéndum que buscaba habilitar su reelección en 2019.
Queda claro que se ha iniciado una nueva etapa en la región donde la articulación de consensos será extremadamente difícil y las disputas políticas se harán sentir con mayor fuerza.